Juan José Rivaud Morayta

Juan José Rivaud Morayta (1943-2005)
extraordinario amigo, maestro, educador, divulgador de la ciencia, un intelectual.
Amante de la buena comida y de las buenas bebidas, gran cocinero, como pocos.

Juan José Rivaud Morayta
Extraordinario maestro, educador, y divulgador de la ciencia

Juan José Rivaud Morayta (1943-2005), extraordinario amigo, maestro, educador, divulgador de la ciencia, un intelectual. Amante de la buena comida y de las buenas bebidas, gran cocinero, como pocos. 

Matemático por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Doctor en Matemáticas por la Universidad Northwestern. Evanston de Chicago, Illinois, con estudios de posdoctorado realizados en el Institute for Advance Studies en Princeton, New Jersey, impartió cátedra de Matemáticas en la Escuela Superior de Física y Matemáticas del Instituto Politécnico Nacional (IPN), en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), así como en el Centro de Investigación y Estudios Avanzados (CINVESTAV).



Fue coautor de los textos gratuitos de Matemáticas de los años 70 así como de una serie para la secundaria y otra serie en fascículos para la enseñanza en preparatoria. De estos proyectos patrocinados por la Secretaria de Educación Pública (SEP) también fue Coordinador.

Publicó más de 40 artículos de investigación, enseñanza, divulgación y difusión. Publicó también como autor o coautor 15 libros. Bajo su dirección 11 estudiantes obtuvieron la maestría y 4 el doctorado.

En 1999 se le otorgó el premio nacional de divulgación de la ciencia en memoria de Alejandra Jáidar. Reconocimiento que le fue otorgado por la Sociedad Mexicana para la Divulgación de la Ciencia y la Técnica por su trayectoria como por su labor de divulgación en el campo de las matemáticas.

Miembro de la Sociedad Matemática Mexicana desde 1974; responsable de publicaciones como Miscelanea Matemática, miembro de la Sociedad Mexicana de Divulgación de la Ciencia y la Técnica; miembro fundador del Comité de Selección de la Serie La Ciencia desde México que edita el Fondo de Cultura Económica, del Seminario de Cultura Mexicana.

Dictó numerosas conferencias y participado en diversos comités editoriales. Fue también Coordinador y profesor titular de la Sección de Metodología y Teoría de la Ciencia del CINVESTAV.

En junio del 2005 en solemne homenaje en vida en el CINVESTAV recibió un reconocimiento de las principales instituciones académicas del país por sus más de 30 años de trayectoria profesional.

Juanjo, como todos sus amigos le llamábamos falleció un 9 de agosto de 2005 en Barcelona, España.

En entrevista realizada en marzo del 2003 para la revista ¿Cómo ves? Editada por la UNAM. Juanjo declara cómo empezó a interesarse por las matemáticas cuando cursaba la primaria: “Al principio empecé a tener dificultades y se lo comenté a mi padre quien, lleno de paciencia, me instó a ver que, en matemáticas, lo importante es entender, y que entender quiere decir hacer tuyas las ideas. 

Después de unas cuantas semanas el suplicio que representaba enfrentarme a los números o a las figuras geométricas se tornó en interés y placer. Cuando llegué a secundaria me tocó un excelente profesor de matemáticas, pero había un problema: la clase era temprano y nunca pude llegar a tiempo (creo que tampoco él); de cualquier forma tomábamos el mismo tranvía al salir de la escuela y con él hablaba mucho de problemas de matemáticas. Este gusto por comunicarme con los demás ha sido una de las características de mi actividad matemática”. 

A pregunta sobre si las matemáticas son ciencia, arte, lenguaje o juego, contestó: “¡Son la ciencia! pues proporcionan el marco teórico para poder plantear, entender y resolver muchos de los problemas de las otras disciplinas. Su poder explicativo y deductivo es algo que no deja de sorprendernos, y va desde ciertos momentos de la vida cotidiana hasta las preguntas más profundas acerca del origen del Universo. Las matemáticas no son fáciles, ¡ninguna actividad realmente interesante lo es!, pero no son imposibles y el entenderlas produce un gozo difícil de describir”. 

Vale la pena conocer el texto leído por Juanjo cuando en el año 2000 le fue entregado el Premio Nacional de Divulgación de la Ciencia y la Técnica “Alejandra Jáidar” 1999, texto que nos ofrece una justa semblanza de su carácter y personalidad. En aquella ocasión dijo: “Permítaseme empezar recordando a varias de las personas que influyeron en mí para tomarle el gusto a la divulgación de la ciencia, así como otros que fueron compañeros de ruta en estas preocupaciones. En primer lugar Alejandra Jáidar, quien transmitió a todos los que la conocíamos esa alegría y gusto por la vida, tan característicos en ella, y la pasión por la divulgación de la ciencia” .

A continuación comenta Juanjo: “Mi padre, José Rivaud, quien a pesar de que su formación era en otra dirección (artillería e ingeniería militar), tenía un genuino interés y gusto por la ciencia y la historia, disciplinas de las que era un lector insaciable. Él fue quien me inculcó el interés por estos temas y me heredó no sólo parte de sus libros, sino el vicio de comprarlos. También a él le debo la intolerancia ante la injusticia y la simulación, así como un profundo gusto, que raya en la gula, por la buena comida, sobre todo si se acompaña de una buena charla y se comparte con amigos.

Por último Pedro Armendariz, Jesús Alarcón, Santiago Ramírez y Carlos Montiel, los cuatro más jóvenes que yo y que desafortunadamente se me adelantaron. Con ellos, en distintos momentos, discutí y trabajé con mayor o menor intensidad diversos aspectos de las matemáticas, su enseñanza, su filosofía y su difusión. 

Con ellos compartí la idea de que en el desarrollo de la ciencia, al igual que cuando se cocina una paella, los ingredientes deben estar frescos, ponerse en las proporciones adecuadas y cocinarse juntos el tiempo correcto. Si se cuecen por separado y sólo al final el arroz se decora con ellos, el resultado es un arroz con tropezones, pero de ninguna manera una paella; y también es justo señalar que cuando una paella está bien hecha, lo mejor es el arroz, que en el símil de la ciencia corresponde al ambiente intelectual que impera en una institución de educación superior, y en el medio que la rodea, así como el convivir con los jóvenes que en ella se forman.

El CINVESTAV del IPN en 1972, al inicio de mi carrera académica, me invitó a colaborar en uno de los proyectos educativos más importantes de la Institución: La escritura de los Libros de Texto Gratuitos para la Primaria. Trabajar en ellos me dio una manera muy distinta de ver a las matemáticas y a la ciencia en general, así como su relación con el resto de las cosas. Visión que ha marcado mi trayectoria.

Con alguna frecuencia cuento que hace poco más de 40 años (o 40 kilos), cuando tenía que decidir qué hacer después de la prepa, mi problema vocacional era entre estudiar para profesor de educación física o entrar a la Facultad de Ciencias de la UNAM y estudiar matemáticas. No era una decisión fácil, llevaba ya varios años entrenando con el club Venados, en el Plan Sexenal; corría bastante bien los 800 metros, aunque mi deseo era ser especialista en 5 mil. Allí o en Chapultepec, pasaba entrenando todas mis tardes y los fines de semana iba con el resto de los compañeros a las competencias y encuentros, independientemente de si competía o no.

Con todo ello rompí de tajo al decidirme por las matemáticas. Sin embargo, cuando pienso en la divulgación de la ciencia me vuelvo a acordar del deporte, al que veo no como una actividad exclusiva de superdotados, sino como una que cualquier persona interesada debería poder llevar a cabo en un ambiente de solidaridad y cordialidad, en instalaciones adecuadas y con la supervisión de gente capaz que lo estimule y lo oriente en los distintos aspectos de la rama elegida, su historia, las razones de por qué se hace así, qué es lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer, etcétera, y que le hiciese ver que la única competencia que vale la pena es consigo mismo.

No es que el deporte de alto rendimiento me moleste, sino que considero que la función de estas actividades tiene otra razón de ser. Por cierto, apostaría que un acercamiento como éste produciría muchos más deportistas de alto rendimiento que los métodos actualmente usados (aclaro que en estas opiniones se pone al margen el automovilismo, el futbol y el boxeo profesionales).

Con la divulgación de la ciencia me pasa lo mismo: creo que debe estar dirigida a toda persona interesada en ella, independientemente de su edad y condición social. Considero que si esta actividad se llevase a cabo con la frecuencia e intensidad adecuadas, y una cobertura acorde al tamaño del país, tendría como consecuencia no sólo ciudadanos más felices y plenos sino también habría una mayor comprensión de qué es la actividad científica, y, probablemente -como consecuencia- entre los jóvenes se daría una mayor inclinación vocacional hacia estas disciplinas.

También la población opinaría con mayor conocimiento de causa acerca de una serie de decisiones lo suficientemente importantes para dejarlas en manos exclusivas de los especialistas. Asimismo habría un contrapeso ante este mal mundial de moda, que es la difusión de las seudociencias, mal que, por cierto, parece cautivar a los medios masivos de comunicación”.

Y continua Juanjo con su exposición diciendo: “No quiero dar la impresión de plañidera. Conozco los esfuerzos que desde hace años se vienen haciendo en esta dirección: edición de libros, museos interactivos de ciencias, exposiciones itinerantes, ciclos de conferencias, programas de difusión, particularmente en radio, etcétera, pero considero que la comunidad científica y técnica, las instituciones y los propios divulgadores debemos tener una actitud mucho más abierta, generosa y comprometida, que permita que la divulgación cumpla con el papel que le corresponde dentro del quehacer cultural de nuestra nación.

Estoy seguro que los que me conocen se están preguntando cómo me las voy a arreglar para empezar a hablar de matemáticas, pero no hay por qué preocuparse; hoy sólo me queda darles las más sinceras gracias”. Aquí terminan las palabras de Juanjo.

Como otro reconocimiento a su extraordinaria labor y como fundador de las Jornadas de Historia y Filosofía de las Matemáticas, evento que se ha celebrado por siete años en el Centro de Investigación en Matemáticas (CIMAT) de la ciudad de Guanajuato, a partir de este año las Jornadas llevarán su nombre.

Hasta siempre querido amigo Juanjo. Te recordamos con nostalgia, pero también con gran afecto por los grandes momentos de convivencia académica y fraterna camaradería.


http://homepages.mty.itesm.mx/euresti/personal/juanjo.htm



Guanajuato, Gto. Mayo del 2006

 

 

Pensamientos de Juan José Rivaud Morayta

"En matemáticas, si bien hay muchos resultados muy llamativos para cualquier persona que se asoma a ellos, lo que a mí me parece más atractivo son sus métodos de trabajo y las relaciones que guardan con otros quehaceres. Es en su forma de abordar los problemas y en su manera de convencernos de las cosas donde, creo yo, radica su belleza: impresionantemente fría para muchos, pero que adquiere otra temperatura cuando nos damos cuenta que es una maravillosa creación del ser humano. Creación que por cierto viene disfrazada de sentido común, pero que es lo más alejado de él que podamos imaginarnos".


Juan José Rivaud M.