Por Adalberto Tejeda Martínez.
La invasión turca a Líbano de 1914 y la pretensión francesa de convertir a Siria y Líbano en un protectorado en 1916, precipitaron la emigración que, poco numerosa pero notoria, llegó a las costas mexicanas acrecentando los asentamientos libaneses que ya desde finales del siglo XIX se podían encontrar, por ejemplo, en el puerto de Veracruz.
Jorge Ádem y Almas Chahín se avecindaron en Tuxpan, donde procrearon a José, Julián, Esbaide y Jorge. Los dos primeros a la postre fueron merecedores del Premio Nacional de Ciencias: José en 1967 y Julián en 1976. En buena medida su formación académica fue detonada por don Manuel C. Tello. En efecto, el pedagogo retirado ya de la Normal Veracruzana se fue a Tuxpan donde fundó la preparatoria en la segunda mitad de los treintas y pudo convencer al exitoso comerciante Jorge Ádem para inscribir a sus hijos en esa escuela. A su egreso José y Julián se inscribieron en la Escuela Nacional de Ingenieros de la UNAM. Casi simultáneamente estudiaron Matemáticas en la recién fundada Facultad de Ciencias. Julián -de quien no me ocuparé hoy- desde las matemáticas aplicadas llegó a ser uno de los climatólogos más renombrados en el último tercio del siglo XX.
José siguió el camino de las matemáticas puras. Nació el 27 de octubre de 1921. Se doctoró en Princeton en 1952, donde fue alumno del norteamericano Norman Steenrod, de quien heredó la pasión por la topología -rama de la matemática avanzada que establece la conexión entre la geometría y el álgebra- donde son famosas las Relaciones de Ádem. Esta aportación y otras fueron de tal trascendencia que con sólo unos veinticinco artículos publicados en revistas especializadas del mundo, para antes de su muerte había cosechado cerca de dos mil citas científicas a sus trabajos.
De 1954 a 1961 fue profesor en la Escuela Nacional de Ingenieros y en la Facultad de Ciencias de la UNAM, donde además fue investigador del Instituto de Matemáticas. Desde 1961 y hasta su fallecimiento fue investigador del Departamento de Matemáticas del Centro de Investigación y Estudios Avanzados (Cinvestav) del Instituto Politécnico Nacional. Este 14 de febrero se cumplen 20 años de su muerte.
José Ádem ingresó a El Colegio Nacional cuando apenas contaba con 39 años. Fue becario de las fundaciones Rockefeller, Alfred P. Sloan y Guggenheim; coordinó el Programa Multinacional de Matemáticas de la OEA; muchas veces fungió como jurado del Premio Nacional de Ciencias, asesoró al Conacyt y al Sistema Nacional de Investigadores. En suma, fomentó las matemáticas como formador de grupos, impulsor de jóvenes, editor cuidadoso del Boletín de la Sociedad Matemática Mexicana –que puso en los índices de la matemática mundial-, organizador de congresos internacionales, y con una postura crítica sobre la realidad nacional. Rehuyó con éxito las tentaciones de la burocracia: a su amigo Jesús Reyes Heroles, entonces Secretario de Educación, le rechazó al menos un ofrecimiento de regular envergadura con una pregunta lapidaria: “¿Quieres hacer de mí un matemático mediocre y un pésimo administrador?”.
Además de los artículos especializados publicó libros que se han convertido en clásicos: La filosofía y las matemáticas: su papel en el desarrollo (1968) en coautoría con Fernando Salmerón, Lecture Notes in Mathematics (1970), Algebra lineal, campos vectoriales e inmersiones (1978), y El Colegio Nacional compiló y publicó su Obra matemática (1992). Como miembro destacado de la American Mathematical Society recibió el más intenso homenaje a que puede aspirar un científico, el reconocimiento de sus pares: en 1981 se celebró el Symposium on Algebraic Topology in Honor of Jose Adem, cuyas memorias son ahora accesibles en la Web. El número del trimestre abril-junio de 1991 de la revista Avance y perspectiva del Cinvestav fue un homenaje póstumo, y de ahí extraje la mayor parte de información para esta nota.
En 1987 se realizó el congreso de la Sociedad Matemática Mexicana en Xalapa, en las instalaciones de la Facultad de Economía; la conferencia principal, que corrió a cargo de José Ádem, se realizó en la gigantesca sala del vecino Cinema Pepe. Ádem no quiso ni proyector de diapositivas ni de transparencias, sino simplemente una fila de pizarrones a lo largo de la pantalla. Armado de dos o tres gises que llevaba en la bolsa del saco, partió desde la más elemental definición de un conjunto matemático y llegó a la explicación de sus famosas relaciones con una sencillez tal que hasta los legos creímos entender. Con esa misma sencillez contestó las preguntas del público, se bajó del estrado y se fundió con los estudiantes que lo rodeaban como si fuera estrella de cine.
El matemático Guillermo Moreno Rodríguez dice: “…Con Ádem se abrió la época de los matemáticos profesionales en México. Se pasó de la época de los degustadores ocasionales de las matemáticas a los que gozan y participan del placer de hacer matemáticas. En los libros del futuro, así como en los de ahora leemos las fórmulas de Newton, Leibnitz, Gauss, Euler, Rodríguez, Lagrange, Galois, Cauchy, en un rincón no muy modesto aparecerán las Relaciones de Ádem…”
Como matemático puro no necesitaba más que papel, lápiz, un gran escritorio y tranquilidad para hacer su trabajo, por lo que el timbrazo del teléfono le era particularmente molesto: “Nunca he recibido una llamada en que me anuncien que me saqué la lotería”, solía decir. Fue lector voraz no sólo de literatura matemática sino de literatura en general, pero en especial de poesía. En el deporte de la pesca destacó en competencias de México y Norteamérica. En suma, como dijo un amigo suyo, “…era un hombre con quien podía uno internarse en la jungla…”
(tomado de http://2neweb.com/gazete/?p=43449)