(Por el Dr. Carlos Prieto)
Cuando el Dr. Bracho me pidió hablar sobre la historia del instituto, lo primero que vino a mi mente fue: "¿Y yo por qué?" E inmediatamente me llegó una respuesta: Es que “más sabe el diablo por viejo que por diablo”. Y aunque no soy el más viejo, caí en cuenta de que por estas fechas, han pasado ya cincuenta años, desde que puse por primera vez un pie en recintos universitarios. Mi padre me llevó a San Ildefonso a informarme sobre la inscripción a la Prepa. Todavía era la Prepa 1 y ahí me llevé mi primera sorpresa: mi padre me presentó nada menos que a Carlos Graef, que aún era profesor de la Prepa. Luego de ello, mi padre y yo recordamos lo que Sotero Prieto –mi tío Sotero– decía: “Los tres cerebros más brillantes de México son Alberto Barajas, Nabor Carrillo y Carlos Graef”. Fue entonces cuando empecé a conocer a los grandes que echaron a andar las matemáticas en México y fundaron este Instituto.
La historia del instituto, sobre la que debo hablar, es una visión muy personal, sin mayor rigor. A mi parecer, esta historia se remonta a la segunda década del siglo veinte, cuando Sotero Prieto, un joven de apenas veinticinco años, en 1912, impartió formalmente, en la Escuela de Altos Estudios recién integrada a la Universidad Nacional de México, el primer curso de matemáticas superiores: Teoría de funciones analíticas. Con ése y otros cursos impartidos en la Escuela Nacional Preparatoria, encendió la chispa que atrajo a muchos interesados. Los más importantes entonces fueron Manuel Sandoval Vallarta y Alfonso Nápoles Gándara. El primero sólo fue alumno de don Sotero en la Prepa, pero Nápoles siguió a don Sotero varios años, hasta que en 1930 éste lo mandó al MIT a estudiar el doctorado.
Fue entonces que don Alfonso optó, en vez de doctorarse, por cursar, durante dos años, 14 materias por semestre, que aprobó con las mejores notas, para hacerse portador de la mayor cantidad posible de conocimientos y transmitirlos en México. Su pasión, sin embargo, era la geometría diferencial, que había aprendido con el famoso matemático holandés Dirk Struik.
Lo que a mí me parece ya un antecedente más formal del Instituto de Matemáticas es la instalación, en 1932, de la sección de matemáticas en la Sociedad Científica Antonio Alzate, en donde Sotero Prieto reunía a los interesados en las matemáticas y en la física a exponer y discutir sus temas de investigación. Allí habló Sandoval Vallarta de rayos cósmicos, Nabor Carrillo de mecánica celeste, Alfonso Nápoles de geometría diferencial. También don Sotero impartió un célebre curso de historia de las matemáticas, basado en las obras de Jean-Etienne Montuclà y de Florian Cajori.
En 1934, cuando México recibió la visita de Dirk Struik, y gracias al buen éxito de sus pláticas, la Rectoría, a cargo de Manuel Gómez Morín, consideró la conveniencia de fundar una Escuela de Ciencias Físicas y Matemáticas que no estuviera en Filosofía y Letras, sino que tuviera cierta libertad y más asociación con la ingeniería y la química. En enero de 1935 se aprueba la creación de la Escuela, cuyo primer director fue el que era también director de la Escuela de Ingenieros, Ignacio Avilés, al que pronto sucedería Ricardo Monges López.
En 1937, al considerar que tenían los méritos suficientes, el Ing. Ricardo Monges López, a la sazón, director de la recién creada Escuela Nacional de Ciencias Físicas y Matemáticas, antecedente de la Facultad de Ciencias, solicita al Consejo Universitario que se otorgue el grado de doctor a Jorge Quijano y a Nápoles Gándara, dispensándolos de presentar los exámenes correspondientes, toda vez que no se encontraba nadie en México que pudiera aplicarlos.
Ese mismo año, Monges López planteó al Rector Luis Chico Goerne la creación del Instituto de Investigaciones Físicas y Matemáticas, que inició actividades el 1 de febrero de 1938 bajo la dirección del Ing. Alfredo Baños.
Durante la rectoría de Gustavo Baz, en octubre de 1938, se presenta al Consejo Universitario el proyecto de creación de la Facultad de Ciencias y de institutos afines a cada una de las carreras que en ella se impartieran. Así fue que el Consejo Universitario aprobó en noviembre de 1938 la creación de la Facultad de Ciencias y del Instituto de Matemáticas, y la transformación del Instituto de Investigaciones Físicas y Matemáticas en el Instituto de Física. El 1 de enero de 1939 arranca la Facultad de Ciencias. El Instituto de Matemáticas comienza sus actividades el 30 de junio de 1942, quedando como su director Alfonso Nápoles Gándara, que veía triunfar los esfuerzos, que había encabezado tras la trágica muerte de Sotero Prieto en 1935, para poder contar con una institución en la que se enseñara matemáticas y otra en la que se generara conocimiento nuevo en matemáticas.
La investigación en el Instituto se organizó en tres ramas: matemática pura, a cargo de Alberto Barajas Celis y Roberto Vázquez García; lógica y fundamentos, a cargo de Francisco Zubieta Russi, y matemática aplicada, a cargo de Carlos Graef Fernández. Nápoles Gándara y estos cuatro jóvenes investigadores, que en ese momento o muy poco antes habían terminado la maestría en ciencias, conformaban la totalidad de los miembros del Instituto. Posteriormente, poco a poco se fueron incorporando otros jóvenes entusiastas egresados de la Facultad de Ciencias. El Instituto se había instalado en un salón del Palacio de Minería, en la planta alta, con ventanas viendo hacía Tacuba y la calle de La Condesa.
En 1943 y 1944 George David Birkhoff visitó el Instituto de Matemáticas en una misión encargada por el gobierno de los Estados Unidos con el objeto de supervisar el desarrollo de las matemáticas en América Latina y en especial en México. La influencia que tuvo sobre las primeras investigaciones realizadas en el Instituto fue muy significativa; en particular, en los trabajos que sobre física-matemática llevaron a cabo Alberto Barajas y Carlos Graef Fernández, y en los que sobre geometría hicieron Roberto Vázquez y Javier Barros Sierra. Como consecuencia de su relación de trabajo, Barajas y Graef visitaron la Universidad de Harvard en los años de 1944 y 1945.
En ese tiempo, George D. Birkhoff y algunos de sus colegas de Harvard organizaron con gran éxito una campaña de donación de libros y colecciones de revistas para la biblioteca del Instituto, ahora Biblioteca Sotero Prieto, dando el primer paso para la formación de la más importante biblioteca de matemáticas del país.
Tras el repentino fallecimiento de Birkhoff, en 1944, el encargo de velar por las matemáticas en México recayó en Solomon Lefschetz, uno de los más grandes matemáticos del siglo veinte. Su influencia en el desarrollo de las matemáticas en México es portentosa. No es gratuito el reconocimiento que le hizo el gobierno mexicano condecorándolo con la orden del Águila Azteca. Lefschetz tenía un nombramiento de Investigador Extraordinario y venía verano con verano a México; si mi memoria no me falla, fue en 1966 su última visita, mismo año en el que concluyó la dirección de Nápoles Gándara y la asumió Roberto Vázquez.
Entre lo mucho que Lefschetz hizo por el Instituto, fue conseguir que jóvenes egresados de la Facultad de Ciencias hicieran estudios de posgrado en los Estados Unidos, particularmente en la Universidad de Princeton. Tal es el caso de Roberto Vázquez, Félix Recillas, Emilio Lluis, Guillermo Torres, Samuel Barocio, José Ádem y Humberto Cárdenas. También apoyó a Samuel Gitler, a Fico, a Santiago López de Medrano y a Alberto Verjovsky.
Con la construcción de la Ciudad Universitaria, el Instituto sale de la oficina en el Palacio de Minería y estrena el 6º y 7º piso de la Torre de Ciencias. Con la deliciosa vista hacia el oriente, a la Facultad de Medicina con el mural de Francisco Eppens, y hacia el poniente con la magnífica explanada, la Torre de la Rectoría y la Biblioteca Central, con el maravilloso mosaico de Juan O’Gorman. Abajo de la Torre de Ciencias, en el costado del viejo auditorio de la Facultad de Ciencias, disfrutábamos del entrañable mural de José Chávez Morado, con las efigies de Nabor Carrillo, Alberto Barajas, Carlos Graef, Alberto Sandoval y otros más, que tanta falta nos hacen por ser el símbolo de nuestra tradición científica.
En 1972 es Humberto Cárdenas quien sucede a Roberto Vázquez y se hace cargo de la dirección hasta 1984. Es en ese período cuando el Instituto tiene un crecimiento espectacular y durante el cual estrenamos este gran edificio. Es también durante su gestión, que se echa a andar el proyecto Guanajuato, que finalmente culminó con la creación del CIMAT. De 1984 a 94 Raymundo Bautista asume la dirección; años difíciles por la crisis económica, en los que se crea el Sistema Nacional de Investigadores para ayudar a los que no emigraban, ya fuera a otro país o a alguna institución privada. No obstante, se logra ampliar sustancialmente la biblioteca del Instituto. También se pone en marcha la Unidad del Instituto en Morelia.
En noviembre de 1992, a los 95 años de edad, fallece don Alfonso Nápoles Gándara, quien cinco años atrás había sido el primer miembro del Instituto de Matemáticas en obtener el Premio Universidad Nacional en el área de Docencia en Ciencias Exactas. Hasta la fecha han sido ya 15 los que han obtenido el premio, así como 6 los que han obtenido el Reconocimiento para Jóvenes Académicos. Este año María Emilia Caballero obtuvo el de docencia y José Antonio de la Peña el de investigación. ¡Muchas felicidades a los dos!
Tres miembros del Instituto han recibido también el Premio de la Academia de Ciencias, uno el Premio Luis Elizondo y uno más ha recibido el Premio Nacional.
Durante la gestión como director de Luis Montejano, de 1994 a 1998, se pone en marcha la Unidad Cuernavaca y durante la gestión de José Antonio de la Peña, de 1998 a 2006, se amplió el ala norte del Instituto abriendo nuevas oficinas para los becarios, para cómputo y para la recién instalada oficina de difusión, y se amplió la biblioteca haciéndola más atractiva y cómoda. Javier Bracho, director desde 2006, y ahora en su segundo período, primero amplía y hace mucho más agradable la sala del café, asegura la consolidación de la Unidad Morelia, convirtiéndose ésta en el Centro de Ciencias Matemáticas, arranca las unidades Oaxaca y Juriquilla y logra que sea realidad el sueño de muchos de nosotros, de contar con un auditorio que dé abasto a las necesidades del Instituto.
Me congratulo de contar con esta nueva ala del Instituto.
No quisiera terminar esta charla sin recordar a cinco entrañables amigos que se fueron dejándonos un gran legado: Graciela Salicrup, Víctor Neumann, Sevín Recillas, Leopoldo Román y Pancho Raggi. ¡Los extrañamos!
¡Muchas gracias!
Extraído de Revista Ciencia de la AMC, Vol.64 Num. 2, Abril-Junio 2013, pags: 74-77